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La nube: para qué sirve y cómo elegir la adecuada

dos personas mirando la pantalla de un portatil

Con los servicios en la nube, cambia de forma radical la forma de usar los recursos informáticos, tanto si se trata de espacios de archivo (almacenamiento en la nube), entornos de desarrollo, software u otros. Ya no se utilizan recursos propios, sino en forma de servicio («as a service»).

Hoy en día, la nube (el acceso a través de Internet a recursos informáticos de un proveedor) se puede considerar un servicio esencial, al nivel del agua, la electricidad, el gas y el teléfono. El papel clave que han tenido, también en nuestro país, los servicios en la nube durante la emergencia de la COVID-19 (mantener los contactos personales y profesionales, garantizar la continuidad operativa de las empresas, evitar el bloqueo total) viene a confirmar su carácter de servicio de utilidad pública. Una función decisiva que se concretó, a nivel político, en la voluntad de la UE de implementar una nube europea.

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Con los servicios en la nube, cambia de forma radical la forma de usar los recursos informáticos, tanto si se trata de espacios de archivo (almacenamiento en la nube), entornos de desarrollo, software u otros. Ya no se utilizan recursos propios, sino en forma de servicio («as a service»). En la práctica, en lugar de comprarlos, el hardware y el software se alquilan a los proveedores («providers») de servicios en la nube.

Desde hace tiempo, los sistemas en la nube forman parte de nuestro día a día: nubes de almacenamiento como Dropbox, programas de software alojados en la nube como Gmail y Google Calendar. Además de paquetes ofimáticos en la nube, en el trabajo usamos también software especializado de varios tipos: CRM («customer relationship management» o «gestión de las relaciones con clientes»), ERP («enterprise resource planning» o «planificación de recursos empresariales»), HCM («human capital management» o «gestión del capital humano»), «project management» o «gestión de proyectos» y muchos más. Todas las soluciones basadas en la nube, como los sistemas telefónicos PBX («private branch exchange» o «de intercambio privado»), los chats o las plataformas para videoconferencia con las que comunicarnos con compañeros, proveedores y clientes. Luego, en nuestro tiempo libre, utilizamos servicios en la nube personales, tales como Spotify, Netflix, YouTube y Facebook.

Definición y tipos de nube

Vamos a profundizar en el significado de la nube, del que hemos esbozado ya algunas pinceladas. Nos remitimos a la definición del término «nube», ampliamente aceptada, del National Institute of Standards and Technology (NIST) de Estados Unidos: «La computación en la nube es un modelo para permitir un acceso de red conveniente, desde cualquier sitio y bajo demanda a un conjunto compartido de recursos informáticos configurables (por ejemplo, redes, servidores, almacenamiento, aplicaciones y servicios) que se pueden proporcionar rápidamente y lanzar con un mínimo esfuerzo de gestión (por parte del usuario, NdR) o interacción con el proveedor de servicios».

Así pues, en general, la nube es un ecosistema formado por una gama personalizable de recursos compartidos entre varios usuarios, accesibles bajo demanda a través de Internet, desde cualquier parte y con cualquier dispositivo (ordenador portátil o de sobremesa, tablet, móvil). Estos recursos informáticos son los tres tipos de servicios en la nube que encontramos en el mercado: IaaS («infrastructure as a service»), la infraestructura tecnológica, física y virtual de base; PaaS («platform as a service»), plataformas completas con todo lo necesario para desarrollar, distribuir y actualizar software; SaaS («software as a service»), aplicaciones de software listas para usar alojadas en la nube.

Como servicio, la nube tiene varios modelos de distribución, en base a los cuales los tipos de nubes que nos ofrecen los proveedores se clasifican en nube pública, nube privada, nube híbrida y multinube.

La nube pública es un tipo de nube (probablemente la más conocida) que pertenece a un proveedor que pone a disposición de los usuarios una serie de recursos informáticos a través de Internet. En determinados casos, el acceso puede ser gratuito, pero suele ser de pago (mediante suscripción o en base al consumo). La nube pública es propiedad del proveedor, que gestiona toda la infraestructura informática, y está abierta a todos los usuarios que comparten los recursos («multitenancy»). Entre las nubes públicas más grandes a nivel mundial cabe recordar a Amazon Web Services (AWS), Google Cloud, IBM Cloud, Microsoft Azure y Oracle Cloud.

Por el contrario, la nube privada es un entorno de nube cuyos recursos de hardware y software están reservados con carácter exclusivo a un usuario, por ejemplo, a una empresa. Puede estar alojada «on premises», es decir, en el servidor interno de la sede de la empresa, desde donde se gestiona de forma directa. De forma alternativa, puede estar «off premises», cuando esté alojada o se gestione desde el proveedor de servicios en la nube. En función del caso, se puede acceder a la nube corporativa de tipo privado a través de Internet o por la red interna.

La nube híbrida es una mezcla de nube privada (tipo «off/on premises») y de servicios en la nube públicos coordinados en una única infraestructura empresarial optimizada en base a las necesidades operativas. De hecho, con la nube híbrida, se puede seleccionar el entorno óptimo (según la aplicación o la carga de trabajo) y trasladar las cargas de trabajo de un tipo de nube a la otra.

Por último, encontramos la multinube, término que usamos para referirnos a la presencia simultánea (siempre de forma coordinada) de varias nubes pertenecientes a diferentes proveedores. La multinube puede ser híbrida cuando incluye tanto una nube pública como una nube privada.

Cómo elegir la nube corporativa

La nube es un requisito básico para la transformación digital de las empresas, que no significa simplemente evolución tecnológica sino, sobre todo, cambios en el plano de la gestión, la cultura y la organización. Antes que un software, la CRM es un enfoque estratégico que tiene como piedra angular el carácter fundamental de los clientes.

Entre otras cosas, a nivel cultural y organizativo, el paso a la nube en las empresas más estructuradas implica también repensar la función de los expertos informáticos, mientras que, a nivel más general, hace que surjan nuevas figuras profesionales.

Cuanto más predispuesta está una empresa a la innovación tecnológica, mayor importancia brinda a la computación en la nube y a su función. No es casualidad que «cloud computing» y «data economy» (la economía basada en obtener valor de la recopilación y el tratamiento de los datos) vayan de la mano. Por lo tanto, en una escala que va de un mínimo a un máximo de predisposición, las soluciones en la nube se pueden adoptar para apoyar a la empresa, mejorar los procesos o, incluso, para innovar. Si una empresa ya está muy evolucionada desde el punto de vista digital (como ocurre con las empresas emergentes o startups, que lo están desde el principio) la nube corporativa puede incluso ser uno de los pilares del negocio.

Una vez que está claro que los sistemas en la nube en la empresa no son solo una decisión tecnológica o técnica, sino que tienen valor estratégico y organizativo, ¿cómo elegimos el servicio en la nube más adecuado? Fundamentalmente, todo depende de tus necesidades de almacenamiento, tratamiento y transmisión de los datos: almacenamiento compartido, «backup» y «disaster recovery», colaboración con clientes, socios, etc.; desarrollo de software, suministro de productos digitales (software, ebooks, vídeos…); respeto de requisitos específicos, etc.

Si tu empresa tiene cargas de trabajo constantemente altas o variables (con picos y valles), es mejor una nube pública –que es elástica y escalable y, por tanto, flexible– o híbrida; mientras que una nube privada va mejor si las cargas de trabajo son estables.

La seguridad informática de la nube es un factor esencial. Para la nube pública, la seguridad depende en parte del proveedor, a quien le interesa garantizar una protección actualizada constantemente de la infraestructura informática, también con respecto a ciertos requisitos específicos de conformidad normativa sectorial (por lo que respecta a los pagos online o a los datos personales, por ejemplo). La nube privada también puede ser una solución de nube segura y conforme a los requisitos de este tipo; lo mismo ocurre también con la nube híbrida.

Por lo que respecta al coste de la nube, se trata de entender si tu empresa quiere comprometerse a hacer inversiones (para la infraestructura informática de una nube privada, a las que se añaden los costes periódicos de mantenimiento) o bien prefiere cubrir los gastos operativos necesarios para disfrutar de un servicio en la nube público (al coste de la nube se suma el de una conexión a Internet rápida y estable). Los costes de una nube híbrida dependen de cómo esté estructurada, y en qué medida sea pública y privada.

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